“Uñas enfermas, pies en riesgo: lo que debes saber sobre la onicomicosis”

Con la llegada del clima más fresco y el uso más frecuente de calzado cerrado, muchas personas comienzan a notar cambios sutiles en sus uñas: color amarillento, engrosamiento, fragilidad o incluso mal olor. Estos signos, que a menudo se minimizan o se confunden con simples daños estéticos, pueden ser el inicio de una infección conocida como onicomicosis, una de las afecciones más comunes en la consulta dermatológica y podológica. Aunque puede parecer un problema menor, la onicomicosis es una infección por hongos que afecta las uñas de los pies (y en menor medida, de las manos) y que, si no se trata adecuadamente, puede complicarse y afectar la calidad de vida. En esta temporada de frío, cuando los pies permanecen más tiempo cubiertos y con menos ventilación, las condiciones se vuelven ideales para su aparición o propagación.
¿Qué causa la onicomicosis?
La mayoría de los casos son causados por dermatofitos hongos que se alimentan de queratina, el principal componente de las uñas, aunque también pueden intervenir levaduras o mohos. Estos microorganismos prosperan en ambientes cálidos y húmedos, como el interior de los zapatos cerrados, los calcetines húmedos o los baños públicos. Factores como la diabetes, la mala circulación, el uso prolongado de calzado sintético, la sudoración excesiva y el sistema inmunológico debilitado aumentan el riesgo de desarrollar esta infección. Además, las uñas traumatizadas o mal cortadas son más vulnerables a la entrada de los hongos.
Síntomas y señales de alerta:
La onicomicosis suele comenzar de manera silenciosa. Los primeros signos pueden pasar desapercibidos o ser confundidos con cambios normales del envejecimiento. Sin embargo, existen señales que deben llamar la atención: Uñas que cambian de color (amarillo, marrón o blanquecino), engrosamiento o deformidad progresiva, fragilidad o desprendimiento parcial de la uña, acumulación de residuos debajo de la uña, dolor, sensibilidad o mal olor en casos avanzados.
Es importante destacar que la infección no desaparece por sí sola. Al contrario, puede extenderse a otras uñas o incluso a la piel, provocando infecciones más serias.
El error más común:
Uno de los principales problemas en el tratamiento de la onicomicosis es la automedicación. Muchos pacientes recurren a remedios caseros o a cremas antifúngicas de libre venta sin conocer el tipo exacto de hongo que los afecta. Esto no solo retrasa el tratamiento adecuado, sino que puede generar resistencia o recaídas frecuentes. El diagnóstico correcto se realiza mediante una evaluación clínica y pruebas de laboratorio, como el examen microscópico o cultivo de la uña. Con base en esos resultados, el médico determina si se requiere tratamiento tópico, oral o una combinación de ambos. El tratamiento puede ser prolongado, ya que las uñas crecen lentamente. En promedio, una uña del pie tarda entre 9 y 12 meses en renovarse por completo. La constancia y la supervisión médica son esenciales para asegurar la recuperación total.
Prevención, el mejor tratamiento:
En esta temporada, cuando el uso de calzado cerrado aumenta, la prevención es clave: Mantén los pies limpios y secos, especialmente entre los dedos, evita usar zapatos o calcetines húmedos por largos periodos, prefiere calcetines de algodón o fibras naturales que permitan la transpiración, cambia de zapatos cada día para permitir que se ventilen, no compartas toallas, cortaúñas o calzado, si acudes a pedicuristas o spas, asegúrate de que los instrumentos estén esterilizados. Las personas con enfermedades crónicas, como diabetes o insuficiencia venosa, deben revisar sus pies con frecuencia, ya que cualquier lesión o infección puede complicarse.
Un reflejo de nuestra salud integral:
Aunque suele considerarse una afección puramente estética, la salud de las uñas refleja mucho más de lo que parece. Cambios persistentes en su color, textura o grosor pueden ser señales de desequilibrios en el cuerpo o de enfermedades subyacentes. En ese sentido, atender la onicomicosis no es solo cuestión de apariencia, sino de bienestar integral. Además, el impacto psicológico de convivir con una infección visible puede ser considerable, afectando la autoestima y la vida social, sobre todo en quienes sienten vergüenza de mostrar sus pies o manos.
Reflexión final:
La llegada del frío nos invita a resguardarnos, pero también nos recuerda que, al cubrirnos más, debemos prestar atención a lo que no vemos. Nuestros pies y uñas, que sostienen el peso de cada paso, merecen el mismo cuidado que el rostro o las manos. La onicomicosis puede parecer un problema menor, pero su persistencia y capacidad de propagarse la convierten en una enfermedad que exige prevención, constancia y atención médica.
Cuidar de nuestras uñas es cuidar de nuestra salud. En esta temporada, más allá de los abrigos y zapatos cerrados, no olvidemos ventilar nuestros pies, observarlos y atender cualquier cambio. Porque a veces, los problemas más silenciosos son los que más hablan de nuestro equilibrio interior.



