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El salto de Américo

  • Por: ARTURO ROSAS HERRERA
  • 26 SEPTIEMBRE 2025
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El salto de Américo

Hay un instante en la trayectoria de Américo Villarreal Anaya que los historiadores ubican como decisivo: aquel en que aceptó, casi en soledad, la candidatura al Senado por Morena en 2018. Ese paso, más que cualquier otro, le abrió la ruta hacia la gubernatura de Tamaulipas.

Antes de esa definición, Andrés Manuel López Obrador tanteó varias opciones. En Tampico buscó a don Álvaro Garza Cantú, empresario hotelero y excandidato a gobernador. La respuesta fue tajante: “No Andrés Manuel, yo no”. 

Las campañas ya le habían costado caro y la exigencia de aportar varios millones lo desanimó de inmediato.

La oferta pasó entonces a Olga Sosa. Sin embargo, ella optó por una suplencia bajo las siglas del PES, mientras Marcela Alexis Treviño, presentadora de televisión, ocupaba la candidatura principal. 

La presión mediática terminó reventando esa fórmula y Sosa acabó quedándose con la titularidad.

La candidatura al Senado por Morena seguía vacante. Nadie quería cargar con una derrota segura: el PAN había arrasado en 2016 con Francisco García Cabeza de Vaca, dominaba el Congreso y controlaba las principales alcaldías. 

La lógica era simple: contra esa maquinaria del panismo no había posibilidad de triunfo.

Incluso los cercanos a Ricardo Monreal declinaron. Fue entonces cuando López Obrador buscó a alguien confiable y leal. Así llegó la propuesta al doctor Américo Villarreal. Su aceptación fue el inicio de una carrera política que cambiaría el mapa tamaulipeco.

La campaña fue austera. Con un tope de 12 millones de pesos, Américo apenas reunía recursos. Incluso, estaba lejos de reunir cinco millones de pesos de los que se advertía, tendría que invertir para salir a campaña.

Mientras Ismael García Cabeza de Vaca derrochaba millones, el doctor pedía apoyo a amigos y muchas veces manejaba su propia camioneta para recorrer comunidades con un puñado de militantes.

Sin dinero, pero con convicción, Villarreal se volvió un candidato distinto. López Obrador lo notó: el médico caminaba sin aparatos, solo con voluntad. Y al final, contra todo pronóstico, ganó la elección al Senado.

El triunfo provocó escenas de furia en el PAN. Se recuerda a Francisco y a Ismael desbordados en insultos y presiones a sus operadores. Kiko Elizondo y Gerardo Peña, cargaron con los reproches más duros. 

Morena celebraba, aunque muchos de sus nuevos senadores y diputados se sintieran incómodos poco después al posar en Palacio de Gobierno con César Verástegui, “El Truco”, uno de los principales perseguidores de su movimiento.

Ese resultado consolidó a Américo en la política nacional. No obstante, el golpeteo no se detuvo. Ni en 2021 ni en 2022 faltaron quienes intentaron frenar su avance, incluso después de su triunfo como gobernador. 

Para entonces, Francisco García Cabeza de Vaca ya había salido del estado, pero los obstáculos heredados seguían pesando.

Hoy, al cumplir tres años de gobierno, Villarreal se presenta con un mando más firme y una figura más sólida que la de aquel candidato que viajaba solo en su camioneta. La guerra sucia no ha cesado, pero el terreno ganado en 2018 le sigue dando fuerza.

Sus opositores —los de antes y los de ahora— siguen sin entender que aquella decisión solitaria lo colocó en un sitio que ya no pueden disputar. 

Insisten en la guerra sucia porque carecen de proyecto y de liderazgo real. 

Américo, mientras tanto, gobierna con el respaldo presidencial de Claudia Sheinbaum y con un margen político que ninguno de sus adversarios alcanzó jamás. El muro que enfrentan sus críticos es que, por más ruido que hagan, siguen sin poder derrotar lo que nació en 2018: una nueva etapa en la política de Tamaulipas.


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