Claudia Sheinbaum: entre el liderazgo y la guerra sucia

Claudia Sheinbaum ha comenzado a imprimirle un sello distinto al gobierno federal. La cadena de detenciones y extradiciones hacia Estados Unidos muestran un contraste inmediato con su antecesor, Andrés Manuel López Obrador, quien durante su sexenio evitó a toda costa que la narrativa de su gobierno girara en torno al combate directo al crimen organizado.
Sheinbaum no solo está permitiendo esos procesos, sino que los está usando como parte de su estrategia de legitimidad frente a la inseguridad.
No es un cambio menor. Mientras López Obrador insistía en los abrazos por encima de los balazos, la presidenta parece haber entendido que el Estado necesita recuperar el terreno perdido en materia de justicia y seguridad. No es que los problemas estén resueltos, ni mucho menos, pero las señales son claras: la federación se mueve, actúa y manda mensajes de control político y de fuerza institucional.
En el terreno económico, Sheinbaum ha sorteado hasta ahora un panorama complejo. Los nubarrones de la crisis estadounidense no han golpeado con la misma severidad a México, aunque existen sectores frágiles. Su apuesta ha sido mantener estabilidad y continuidad, al mismo tiempo que destina buena parte del gasto a sostener su base social. Ese blindaje ha sido eficaz, aunque no deja de generar críticas: para algunos, el presupuesto se gasta más en fidelizar electores que en transformar estructuras.
El verdadero desafío, sin embargo, es político. Sheinbaum está construyendo un camino de liderazgo, pero se distrae en exceso con la guerra sucia que el PAN y sus operadores han puesto en marcha.
La presidenta responde, marca distancia, pero todavía invierte demasiado tiempo en ese terreno, cuando el país reclama firmeza en decisiones de Estado.
Y aquí entra otro capítulo inquietante: la red de amparos. La reciente solicitud promovida a nombre de los hermanos López Beltrán no es un hecho aislado; es el mismo mecanismo que se utilizó para blindar a Tania Contreras López, magistrada electa y próxima presidenta del Poder Judicial de Tamaulipas. Todo apunta a que ese engranaje legal proviene del mismo grupo operativo panista, que hoy busca usar la justicia como un campo de batalla política.
En conclusión: Sheinbaum no va mal, pero tampoco la tiene fácil. Sus aciertos en seguridad y estabilidad económica contrastan con las críticas sobre gasto social y su reacción frente a la guerra sucia. Su liderazgo se asienta, pero está en riesgo de quedar atrapada en una confrontación que le roba energía. La presidenta tiene que decidir si seguirá administrando las presiones del PAN o si, como empezó a hacerlo con las extradiciones, dará un golpe de autoridad que deje claro que en México el poder ya cambió de manos y no hay vuelta atrás.
Adiós a Óscar Almaraz
La noticia comenzó a correr poco después de las cuatro de la tarde: Óscar Almaraz Smer había muerto. Algunos de sus colaboradores confirmaron lo que primero fue un rumor y luego se convirtió en un golpe seco para la política tamaulipeca: el exalcalde de Ciudad Victoria perdió la vida de un infarto en su domicilio.
El deceso sorprendió a todos. A Óscar se le veía con la energía suficiente para seguir en la ruta política. Apenas en 2024 volvió a competir por la alcaldía de Victoria, esta vez bajo las siglas del PAN, después de haber sido diputado federal. Y no eran pocos los que lo visualizaban como aspirante rumbo al 2027.
Pero la vida le puso un alto definitivo. Y con su partida se va también el recuerdo del último alcalde que el PRI tuvo en la capital del estado, un sello que marcó un antes y un después en la historia reciente de la ciudad.
La clase política lo reconoce por lo que fue: un operador natural, un hombre de oficio, con la cortesía de la vieja guardia y con ese estilo personal de hacer política que hoy parece en extinción. Cercano, atento, respetuoso. Un perfil que contrastaba con los tiempos ásperos de la política actual.
Óscar Almaraz fue un personaje querido en Victoria. Sus formas y su trato lo distinguieron. Gobernó la capital con un sello particular, y aunque el debate político lo alcanzó como a todos, supo dejar huella en la administración municipal.
La noticia de su muerte deja un vacío en la política local. A unos les arrancó recuerdos de campaña, a otros reuniones de trabajo, y a muchos más la certeza de que la política puede ejercerse con cortesía, sin perder firmeza ni rumbo.
Descanse en paz Óscar Almaraz Smer, el buen Óscar, como lo conocían muchos en la capital. La política tamaulipeca pierde a uno de sus últimos representantes de la vieja escuela.