La magnitud de la tarea

Dice Todd Lyons, el jefe del Servicio de Vigilancia de Inmigración y Aduanas de Estados Unidos (ICE, en sus siglas en inglés), que su agencia es muy eficaz, pero que ahora se enfrenta a crecientes obstáculos logísticos, vinculados a la reciente escalada en volumen de trabajo y ambición. Trump ha prometido deportar a 15 o 20 millones de personas y, aunque el Pew Research Center dice que sólo hay entre 11 y 12 millones de inmigrantes indocumentados en EE. UU., los inmigrantes legales también son susceptibles de deportación si son acusados de ciertos delitos, como violencia doméstica, agresión sexual, conducción bajo los efectos del alcohol o robar en tiendas. No importa tanto porque los detalles serán secretos de Estado, gracias a la Alien Enemies Act, la ley de 1798 que han usado para deportar venezolanos sin dar ninguna explicación. En cualquier caso, este año Inmigración tiene que optimizar. En su conferencia del pasado miércoles en la Expo sobre Seguridad Fronteriza en el Centro de Congresos de Phoenix (Arizona), Lyons explicó cómo. Necesitan desarrollar “un proceso de deportación como el de Amazon Prime, pero con seres humanos”.
Para Jeff Bezos, la cultura de su empresa se resume en cuatro conceptos clave: velocidad, automatización, eficiencia logística y obsesión por el usuario. Pero convertir seres humanos en unidades que deben ser desplazadas de manera eficiente con sus respectivos códigos de transporte, listas de carga, y cálculo de costes a nivel industrial no es un problema nuevo de la era digital. De hecho, es el problema que reunió a 15 hombres en una mansión en el 56 de Am Großen Wannsee, a las afueras de Berlín. Lo llamaron la Conferencia de Wannsee. Era enero de 1942.
En términos de logística, el proyecto era muy parecido. Tenían orden de “evacuar” a once millones de personas distribuidas por todo el continente. Y tenían que hacerlo deprisa porque, como los inmigrantes de EE UU, eran personas muy peligrosas y subversivas, causantes de epidemias, crisis económicas, desempleo, hiperinflación. Peor aún: de la disolución de la raza autóctona. El proyecto ya había empezado, pero los Einsatzgruppen tenían limitaciones. Había que optimizar.
El encuentro organizacional estaba presidido por Reinhard Heydrich, mano derecha del jefe de las SS, Heinrich Himmler, y director de la Oficina de Seguridad Principal del Reich. Acudieron los miembros clave de la burocracia ministerial alemana, incluidos las SS, los ministerios del Interior, Justicia y Relaciones Exteriores. La operación se planteó desde el principio como un reto de eficiencia operativa: coordinar ministerios para evitar colapsos administrativos y optimizar recursos sin “pérdidas de eficiencia”, minimizando el “impacto” en el transporte militar. Acordaron protocolos para que las unidades fueran debidamente registradas, clasificadas y tratadas, antes de ser evacuadas y procesadas para “aprovechar la capacidad laboral restante” antes de la fase final. Adolf Eichmann, entonces encargado de asuntos judíos y deportaciones, redactó las actas. Nadie imaginaba que se convertiría en el más famoso del grupo, gracias a Eichmann en Jerusalén: Un estudio sobre la banalidad del mal, el bestseller de Hannah Arendt, publicado en 1963.
Muchas empresas privadas participaron en la ejecución del plan. La Deutsche Reichsbahn puso trenes especiales para deportaciones masivas, cobrando al Estado por persona y kilómetro. IG Farben, el mayor consorcio químico del Tercer Reich, produjo y suministró el gas venenoso Zyklon B, mientras que Topf & Söhne diseñó los hornos y los sistemas de ventilación de las cámaras, para optimizar su “rendimiento”. IBM puso las máquinas de tarjetas perforadas y el software necesario para automatizar y acelerar la solución final. Todos los grandes contratistas militares, como Krupp, Daimler-Benz, Siemens, y Volkswagen aprovecharon “la capacidad laboral restante” de las personas procesadas. Empezando por Wernher von Braun, cuya planta de construcción del V-2, el primer cohete espacial, conectada directamente con Mittelbau-Dora, un subcampo de Buchenwald. Podemos imaginar que un proceso de deportación como el de Amazon Prime, pero con seres humanos, se parecería mucho a este. Pero sería más rápido, barato, eficiente y opaco, alimentado por el agua de nuestras ciudades y la energía de nuestras plantas eléctricas, entrenado durante todos estos años por millones de usuarios y trabajadores de Prime.
Si quieren hacerlo, tienen recursos. Jeff Bezos es parte del programa, como Google, Meta, Apple, Microsoft, Tesla, SpaceX y el resto de gigantes tecnológicos que acompañaron a Trump en su inauguración. El Congreso acaba de aprobar otros 430 millones de dólares adicionales para camas de detención de inmigrantes, transporte y costos de deportación, y 136 millones de dólares adicionales al Departamento de Justicia para respaldar el aumento anticipado en la detención de inmigrantes. Tom Homan, conocido como el “zar de la frontera”, dijo en el mismo congreso que haría falta mucha ayuda del sector privado para sacar adelante el proyecto. “Vamos a necesitar más camas, más vuelos y sé que eso es lo que os ha traído a muchos de vosotros hoy aquí —le dijo a una audiencia de empresas de tecnología, vigilancia y alta seguridad en la conferencia inaugural—. Dejad que la placa y la pistola hagan las cosas de la placa y la pistola y contratemos todo lo demás”.