Columnas - Ulises Lara López

Rostros a la justicia

  • Por: ULISES LARA LÓPEZ
  • 03 DICIEMBRE 2025
  • COMPARTIR
Rostros a la justicia

El día a día es tan veloz y tan cotidiano que es frecuente dejar de ver los ritmos con los que la justicia se mueve, y por ello, en ocasiones se vuelve necesario regresar a los rostros que la representan para comprender que no necesariamente siempre avanza por decretos o sentencias. Hay ocasiones en que la justicia se mueve porque alguien decide volver a contar nuestra historia desde otro lugar; y esto acaba de ocurrir.

Desde su retiro en Palenque, Andrés Manuel López Obrador presentó “Grandeza”, un libro que no busca intervenir en la política cotidiana, sino reabrir un debate igual de importante y necesario ¿cuál es la raíz profunda de lo que entendemos por justicia en México?

En nuestro país, cada transformación jurídica ha surgido cuando se altera la manera en que nos explicamos el significado de justicia; y las ideas que hoy emergen desde Palenque activan una línea de reflexión que en América Latina ha sido constante: no puede haber justicia mientras un pueblo cargue con una narrativa que lo despoja de su dignidad.

En Valladolid, alrededor del año 1550, Bartolomé de las Casas discute frente a Sepúlveda si los pueblos originarios tenían alma. No se trataba de una disputa meramente teológica; era política, pues si los consideraban inferiores, podían justificar su sometimiento.

Ese debate resuena hoy cuando “Grandeza” cuestiona la narrativa colonial sobre los sacrificios humanos masivos. No como un gesto provocador, sino como continuidad de un reclamo antiguo: desmontar las justificaciones que permitieron la violencia de la conquista. Entonces releer nuestro pasado no es un acto estético; es una disputa por la dignidad.

Saltamos al siglo XIX. En el Congreso Constituyente de 1856, Melchor Ocampo y Ponciano Arriaga advierten que sin igualdad material no hay igualdad jurídica. Ignacio Ramírez sostiene que la ley sólo puede servir a la república si deja de servir a los privilegios. Su justicia era inseparable de la crítica al orden heredado. No eran juristas aislados: estaban definiendo un país.

Unos años después, Ricardo Flores Magón escribe desde prisión que la justicia debe ser una fuerza viva.

En 1917, Luis Cabrera y Andrés Molina Enríquez discuten en Querétaro que la tierra no puede ser sólo propiedad, debe tener función social. Esa afirmación cambia el rumbo de la Constitución mexicana y define el constitucionalismo social en América Latina.

Pasamos a los años treinta. Narciso Bassols, secretario de Educación, impulsa una reforma educativa que vincula derechos, conocimiento y emancipación. Décadas después, Rosario Ibarra de Piedra recorre oficinas buscando verdad para las familias de personas desaparecidas.

Ya en este siglo, la historia avanza con otros nombres y nuevas tareas. Sergio García Ramírez impulsa la consolidación del sistema interamericano; Miguel Sarre trabaja para que el sistema penitenciario sea evaluado bajo criterios de derechos humanos; Loretta Ortiz fortalece la perspectiva constitucional y Ernestina Godoy sostiene que la justicia debe ser cercana, transparente y con enfoque de víctimas.

Hoy, desde su retiro, López Obrador vuelve a colocar la historia en el centro. Porque la justicia no se sostiene si parte de una premisa de inferioridad sobre quienes habitan un territorio. La historia importa porque crea o derriba las bases simbólicas de la desigualdad.

La justicia es un proyecto en curso y cambia cuando cambian las ideas, cuando cambian los territorios y, sobre todo, cuando las personas encargadas de sostenerla deciden mover el horizonte. Esa es la historia que continúa escribiéndose hoy en día: una historia donde la justicia avanza porque el país decidió nombrarse de otra manera para tratarse de otra manera. El expresidente ya lo enunció en su mensaje del domingo. Ahora hay que leerlo para alentar a las nuevas generaciones a la construcción de un mejor legado para el futuro.


Continúa leyendo otros autores