Murió la izquierda de fondo

Con Pepe Mujica se fue algo más que un expresidente de Uruguay. Se fue uno de los últimos referentes vivos de la izquierda con fondo, esa que no necesitaba slogan ni producción, porque bastaba con la coherencia entre lo que decía y cómo vivía.
Mujica fue guerrillero, prisionero, presidente y referente moral. Jamás se hizo millonario con el cargo, jamás se traicionó a sí mismo, jamás olvidó para qué y para quién llegó al poder. Vivía en una casa modesta, conducía su vocho, y hablaba con una sencillez que decía más que mil discursos. Eso, en el tiempo del storytelling forzado y los políticos de utilería, se vuelve revolucionario.
Y es que hoy abundan los que ondean banderas de izquierda mientras se mueven como élite de derecha. Los que hablan de austeridad desde camionetas blindadas. Los que dicen “primero los pobres” con el lenguaje de quien nunca ha estado cerca de uno. Los que citan a Mujica pero viven en el polo opuesto de su ejemplo.
El problema no es ideológico, es de fondo. Porque se puede ser de izquierda, derecha o centro y aún así vivir con ética. El problema está en quienes utilizan una narrativa como disfraz.
En quienes creen que basta con decirlo para parecerlo, sin entender que en política, como en la vida, el fondo siempre termina por delatar la forma.
Pepe Mujica incomodaba precisamente porque no necesitaba justificarse.
No posaba, no actuaba, no vendía una versión maquillada de sí mismo.
Su autoridad venía del ejemplo, no del cargo. Su poder residía en no parecer poderoso. Su fuerza era la coherencia.
Hoy, en un escenario saturado de discursos vacíos, su muerte es un recordatorio brutal: no basta con prometer, hay que vivir conforme a lo que se dice. Porque la congruencia no se improvisa ni se alquila. Se construye con cada decisión y acción.
Lo que Mujica decía con palabras, lo demostraba con hechos. Fue un convencido de que el poder solo tiene sentido cuando transforma la realidad de quienes más lo necesitan.
“Si la política no sirve para mejorar la vida de la gente, no sirve para nada.”
Y por eso su fondo era su forma, y su ejemplo… el mejor discurso.
El autor es consultor en Comunicación Política