Maestros árabes

”Del que me enseñe las letras, seré su esclavo… proverbio árabe”.
Como estribillo, la frase aquella se repetía con profusión en la radio de mis mocedades, como un homenaje a los profesionales de la educación, en torno de su festividad anual.
Luego me preguntaba si todos los árabes serían maestros o andarían por el mundo compartiendo letras y números entre sus eventuales empleados.
Ahora ya se que, como en todo, hay de todo, pero en ese tiempo y universo, parecía que quienes llegaron de Medio Oriente y sus descendientes, eran los dueños de los grandes comercios, residencias, vehículos, del gran capital doméstico, por necesidad.
El menos opulento de “los árabes” de los que tenía conocimiento, igual tenía su gran almacén y una residencia de finos acabados y respetables proporciones; con su hijo, compañero de salón, por ahí anduvimos en las tareas de equipo, alimentando tésis.
Como quiera, nunca tuve la esclavitud en mis consideraciones y la “explotación” en mis primicias laborales -por los bajos salarios donde se dieron-, en su tiempo y ahora, las sigo considerando como oportunidades de aprendizaje que soportaron otras promociones.
Valga la reminiscencia, para sumarme en el aprecio al oficio magisterial que ayer celebró su día.
En aquellos tiempo de los 70´s, de secundaria se entraba directo a la normal y en dos años se salía con título a las aulas a impartir clases.
Más antes, en la primera mitad del siglo antepasado, hay quienes afirman, con llegar al cuarto grado de primaria, con conocer las letras y los números, ya podías dar clases y muchos lo hacían.
Los maestros gozaban de alta estima y aprecio en la sociedad; su remuneración no era el tema central de sus vocaciones, pero ganaban para vivir bien, sin contratiempos, de manera holgada e influían en el entorno, más allá de las aulas y la matrícula.
La evolución de la sociedad mermó esa correlación del magisterio con su entorno y la sociedad en general, en detrimento de ambos.
Por eso ayer que se celebraron los festejos del Día del maestro, entre los replanteamientos de la representación gremial y la autoridad gubernamental, tema recurrente fue el de retomar viejos esquemas para reorientar el presente y futuro de los tamaulipecos y los mexicanos.
El líder de la sección 30, habló del acotamiento del acceso a los celulares a los menores, para recuperar parte de las capacidades que van perdiendo con el uso excesivo de tales instrumentos y de la institucionalización de la relación cercana entre los padres de familia y los maestros de sus hijos.
Intercambiar sobre el desarrollo individual así en la escuela, como en la casa, es otra de las prácticas de antaño perdidas, abonando a la despersonalización, el degradamiento de los valores y la dispersión de la sociedad, que ahora se plantea como objetivo.
El Gobernador AMÉRICO VILLARREAL ANAYA, dibujó la revaloración del magisterio, en la dinámica de la cuarta transformación, que busca hacer que independencia, estado y libertad, producto de las gestas históricas, hoy se pongan para el beneficio de toda la sociedad.
Y en el universo de los esfuerzos institucionales y profesionales, que se consolide precisamente a la educación, como la palanca de la transformación, del país y del estado, desde sus familias e individuos.
“Reconocer su entrega y visión, es mejorar sus condiciones laborales, su estabilidad, la capacitación continua y tener siempre presente que son eje gravitacional del desarrollo de la educación y el futuro de nuestra sociedad”; dijo el ejecutivo tamaulipeco a los maestros.
Con esos compromisos compartidos también se está haciendo justicia, que en su concepción pura y llana, tiene un reto en puerta, donde el gobierno y los maestros jugarán un rol preponderante.
Toda la sociedad compartimos la responsabilidad en este proceso, para limpiar el Poder Judicial, podrido por el viejo sistema de la corrupción, pero los maestros en sus capacidades, serán los orientadores por excelencia para la asistencia a las urnas y la emisión del voto.
Menos de dos semanas nos separan de darle la vuelta a la página negra de los abusos, el despojo, las complicidades y la impunidad institucionalizada.
Que triunfe la democracia, ahora, también se presenta como una oportunidad para que los maestros sigan siendo parte fundamental de la historia y los ciudadanos, sigamos en deuda, con ellos agradecidos.
Que así sea.