Columnas - Salvador Camarena

Las llamadas a misa de Sheinbaum

  • Por: SALVADOR CAMARENA
  • 11 MAYO 2025
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Las llamadas a misa de Sheinbaum

Un día Claudia Sheinbaum hace una proclama al movimiento obradorista para conducirse en la honrada medianía, y a las 48 horas el Gobierno de la Ciudad de México incorpora a sus filas a un polémico priista que hace que el llamado presidencial suene hueco, de risa.

El domingo se dio a conocer la carta con la que Sheinbaum busca ponerle bridas a un movimiento que en su carrera por copar todos los espacios de poder se salta cualquier tranca. Al enunciar el deber ser de Morena, muchos leyeron mensajes claros para tal o cual personaje.

Fue un juego de niños identificar a algunos de los destinatarios de ciertas líneas. No al uso de helicópteros, no vayan en primera clase a perder el tiempo en viajes de turismo político, no se promocionen de manera adelantada, no anden en malas compañías... 

Las columnas y los cartones políticos tuvieron un día de campo conectando las indirectas sheinbaumnistas con la cara de Ricardo Monreal y su amigo Pedro Haces, o la de Adán Augusto López, la de Gerardo Fernández Noroña, la de Andrea Chávez, entre otros. 

Pero la verdad sea dicha, que el gobernador o la gobernadora morenista que no use aviones privados para viajar a cuanto cónclave convoca Sheinbaum de buenas a primeras —y a otros personales destinos, claro está— que arroje la primera selfi.

Y de las camionetas a toda pastilla, ni hablar. Los de Morena se sienten, para citar al recientemente fallecido exgobernador veracruzano Fidel Herrera, en la plenitud del “pinche poder”, y por desgracia así se comportan: como los priistas de antes. 

No sobra recordar que lo que detona la decisión de la mandataria de enviar una advertencia a sus compañeras y compañeros son las caravanas de supuesta atención médica en Chihuahua con la imagen de la senadora Andrea Chávez y cuyo financiamiento corre a cargo, según denuncia periodística, de un contratista. Lejos de cohibirse tras ser evidenciada, la chihuahuense se ha mostrado ufana. Incluso después del pasado domingo.

La carta es la formulación de una nostalgia estéril. Claudia le habla a un movimiento donde sobran personajes obstinados en reencarnar clásicos de la picaresca del priismo clásico, “cultura” que no por pícara era menos corrupta: ahora que los pusieron donde hay… se comportan como si al fin les hubiera hecho justicia la transformación… y no pocas de las amistades de esos personajes se reflejan en el presupuesto. 

Engolosinados como están con la presunta imposibilidad de la derrota morenista, deshinibidamente incurren en la ostentación, ceden al canto de las sirenas de las redes sociales, se sienten dignos de ser vistos como aspiracionales. Sí, se ven a ellos mismos, no al pueblo. De la secretaria de Gobernación y la consejera jurídica para abajo: selfi con el modelito de cada día. ¿Tanto batallar para eso?

Las palabras de Claudia, su invitación a volver al volanteo, a no olvidar las jornadas de lucha, los años y años a ras de tierra que costó llegar a ser la opción mayoritaria corren el riesgo de traducirse en poco más que una llamada a misa: algo que dura unos cuantos segundos. 

Un movimiento que no sanciona, que es refractario a las denuncias documentadas en la prensa de abusos y dispendios; un grupo que prefiere atrincherarse para proteger al corrupto y al negligente al grito de “no estás solo Cuauhtémoc, no estás solo”; un partido que no expulsa a los que andan en malos pasos no va a cambiar por unas cuantas líneas de una presidenta que encima está muy ocupada en sortear un complejo momento económico y un mundo en crisis cada 24 horas. 

Un movimiento que no atina a allanarse sin más a su presidenta de la República, que le regateó libertad para nombramientos en el gabinete, que le ha propinado desaires como el del Zócalo de hace semanas —porque Claudia se ha ganado el respeto internacional, pero adentro le dan la espalda—, ese movimiento ve en el mensaje del domingo pasto para discursos que en muy pocos cambiarán la manera de cultivar clientelas que luego serán exprimidas electoralmente. 

Porque en el partido solo hay hoy una Claudia Sheinbaum. Es decir, solo hay una política a la que sus hijos, hermanos o amigos no le hayan resultado —de la nada, de pronto, mágicamente— carismáticos emprendedores, imaginativos gestores, inmejorables candidatos de microondas a cualquier puesto o cargo, o, mínimo, indispensables consejeros de toda actividad. 

A diferencia de Cuauhtémoc Blanco, y con las obligadas excepciones, Claudia sí parece estar sola. 

Ella manda decir que no hay que aceptar a quien guste de la parafernalia o que sea señalado por sus malos pasos y, a las 48 horas, Clara Brugada invita al Gobierno capitalino a Adrián Rubalcava, que para más señas en meses pasados se hizo algunas imágenes con Sandra Cuevas que honran como pocas la superficialidad y el oropel.

Así la congruencia de Morena entre las palabras de una presidenta que quiere definir el futuro y el día a día. Muy poco que agregar, salvo que su misiva llega a escasos seis meses del retiro del fundador de Morena.

Es decir, esto que vemos es lo que Andrés Manuel López Obrador dejó. No es que el 1 de octubre cambiaran los morenistas. La ambición sin freno, el todo vale, la lucha fraticida por las posiciones, el amiguismo y el nepotismo se incubaron de tiempo atrás. Y una carta, por sí misma, en nada cambiará eso. 


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