Columnas - Juan Pablo Becerra-Acosta

Doble fondo

  • Por: JUAN PABLO BECERRA-ACOSTA
  • 05 OCTUBRE 2025
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Doble fondo

Déjeme, lectora-lector, que rememore una historia que quizá le parezca conocida, pero le suplico que antes de sacar conclusiones precipitadas, lea esta columna hasta el final: entre 2005 y 2011, cuando el priista Miguel Ángel Osorio Chong era gobernador de Hidalgo, nombró Secretario de Seguridad a un tal Bernal Hernández Requesón. Para no hacerle el cuento largo, el HR, como era conocido, encabezaba en la zona una especie de pax narca que permitía la operación de una vasta red de huachicol y narcomenudeo.

Es decir, se trataba de un criminal con placa policial, con charola, como se decía antes, que simulaba combatir la delincuencia siendo que en realidad la regenteaba. Cuando Osorio Chong fue nombrado Secretario de Gobernación con Peña Nieto, en 2012, Hernández Requesón (a quien también le decían El Tío y Comandante X), siguió operando desde el mismo puesto, hasta que en tiempos de AMLO se dio a conocer su pantanal.

En radio, televisión y prensa los cuestionamientos fueron durísimos contra Osorio Chong. ¿Cómo era posible que hubiera gobernado Hidalgo sin darse cuenta de lo que hacía su brazo derecho? Era inverosímil que no supiera nada. ¿Nadie le había hecho llegar los informes militares donde ya se advertía de las actividades ilícitas de ese sujeto? Y luego, como Secretario de Gobernación, con acceso a absolutamente toda la inteligencia del Estado mexicano, ¿tampoco se enteró?

Increíble. Y justamente por eso, nadie le creyó. Los medios, salvo los priistas, lo apalearon. El sistema tricolor lo encubrió y no ocurrió nada: Osorio Chong se refugió en el Senado, donde no le importaba la escandalera: él, muy quitado de la pena, se ponía a ver la Champions, decía que no era una carga para el PRI, repetía su mantra de que “el que nada debe nada teme”, espetaba con cinismo que él era “un viejo político acostumbrado a esto”, que se trataba de fuego amigo, que sabía “de parte de quién” venían expedientes, pero que no importaba, que él seguiría en su curul y con fuero.

Impertérrito, además reconocía que había hecho negocios pudrimillonarios mientras era funcionario público y detallaba sin rubor las cantidades que había obtenido como ganadero y por brindar “servicios profesionales” al amparo del poder: 80 millones de pesos, nomás en dos años. ¿Algún remordimiento? No. ¿Algo de ética, alejarse de los negocios mientras era servidor público, o ceder los bisnes a sus parientes? Nop, al contrario, intentó ser candidato presidencial y en su precampaña derrochó lana de lo lindo.

Ya derrotado, ¿tuvo decoro y dejó el Senado, renunció a su partido para no enfangarlo cuando se dio a conocer el escándalo del super cop corrupto y el suyo propio? Tampoco. 

A estas alturas del texto, lectora-lector, ya se habrá dado cuenta de que en realidad esta no es una historia de Osorio Chong, pero si todo eso hubiera ocurrido en su tiempo, ya imaginará usted el escándalo mediático que hubiéramos armado los periodistas, algo equivalente a la casa blanca de Peña Nieto, o a los casos de corrupción de los Duarte en Veracruz y Chihuahua: el priista, defenestrado, hubiera tenido que abandonar su escaño mientras se desarrollaban las investigaciones de su policía y se aclaraba su bárbaro enriquecimiento. Luego, quizá se hubiera retirado, aunque en política nadie está muerto hasta que se muere.

Hoy, no sé qué hace Adán Augusto López Hernández, inmutable en su lugar, edificándose en lugar en el cabús más oscuro de la corta historia del obradorismo.


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