Columnas - Salvador Camarena

Adán Augusto: acorralado

  • Por: SALVADOR CAMARENA
  • 28 SEPTIEMBRE 2025
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Adán Augusto: acorralado

Adán Augusto López Hernández está contra las cuerdas. Acorralado, lanza golpes al mensajero. No es desesperación, es táctica. La prensa miente, rezonga una y otra vez para devaluar indicios y sospechas, en su frustración de no poder noquear a su real atacante.

El líder de Morena en el Senado ha dado por fin la cara. Este viernes dejó de correr por los pasillos. Orillado por la invitación de la presidenta, Claudia Sheinbaum, a aclarar nuevas acusaciones, citó a la prensa y durante una hora se mostró retador, tenso pero a la ofensiva.

No mienta… Usted miente… Los reportes del ejército, chismes de café…. En su momento diré quién está detrás de esto… a toda capillita le llega su fiestecita…, no me siento mal por haber nombrado a Hernán Bermúdez... Sus mensajes el viernes eran en ese tenor.

Adán Augusto desveló su manual para tratar de sobrevivir la crisis en la que lleva tres meses.

El punto central de su estrategia es denunciar como mentira toda acusación. No importa que al hacerlo termine por generar más suspicacias, que se le vea como indolente, o incluso que su aclaración desmonte el mito de la austeridad y de paso el “no somos iguales”.

Así, reconoce sin más que una empresa que fue proveedora de su Gobierno en Tabasco le pagó, tiempo después, millones. ¿No constituye eso un conflicto de intereses?, se le preguntó. El senador niega con total cara de extrañeza.

Para este abogado y notario, para el político que se dice experimentado y nada ingenuo, quien en la rueda de prensa repite su currículum —desde subsecretario de gobierno en Tabasco, diputado local, federal, senador, gobernador y titular de Gobernación— ¿qué tiene de malo que te contraten quienes tú contrataste con el erario?

Cero esfuerzo del senador morenista de despejar dudas de la naturaleza de los servicios, o de por qué precisamente él y no otra persona, sea notario, sea abogado, sea político, tenía que ser contratado por quienes él antes había favorecido.

El senador va de un lado a otro al tratar de defender sus múltiples cachuchas. Dice que cobra por el local de su notaría porque, dada su tarea política, no ejerce; luego dice que ninguna notaría tan requerida como la suya. La opinión pública sabía que Adán Augusto López no viene de la justa medianía. Lo que ahora descubre es que le surgen herencias en Estados Unidos, que le da tiempo para dirigir la bancada morenista en el Senado y reses en Tabasco, que le pagan contratistas privados y el gobierno simultáneamente, que hace leyes para todo tipo de actividad y sin más vende servicios a quien le procure los mismos.

¿Qué sigue, que la presidenta de la República declare que hay unos empresarios que le contratan consultorías, que Marcelo Ebrard cuente que tiene socios en algunas ramas económicas, que Ricardo Monreal se diga consultor jurídico al mejor postor? Así de bizarro suena Adán.

La renovación de la vida nacional está a cargo de millonarios que no aparcan sus negocios mientras se sacrifican por la patria. ¿Adán Augusto verá en Donald Trump, personaje que no duda en entremezclar negocios y política, una figura aspiracional? Es duda.

Dice el senador López Hernández que sabe perfectamente de dónde viene el golpe. Traducción: no asumo responsabilidad alguna de haber puesto en la secretaría de seguridad de Tabasco; es más, no me arrepiento y al que me anda moviendo el tapete ya lo tengo en la mira.

Adán Augusto luce retador en la rueda de prensa. Muestra declaraciones de impuestos. Las cifras coinciden con las reportadas la víspera por la televisión, que le acusa de inconsistencias. Él dice que no hay tales discrepancias. Pero no se contenta con aclarar.

Su carga emocional está enfocada contra lo que él llama una “nube mediática” que a través suyo pretende dañar al movimiento. La consabida táctica de no soy yo, son ellos que me usan para debilitar lo más grande, más puro, más importante. La modestia como evasión.

No da nombres de los complotistas. Se mofa de que el pato quiera disparar a la escopeta. Y juega a la lógica al reconocer la eventualidad de que documentos con acusaciones en su contra sean reales: que existan esos papeles, dice, no hace verdad lo que sostienen.


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