Columnas - Lluís Bassets

Trump ante Putin, como una moneda al aire

  • Por: LLUÍS BASSETS
  • 20 JULIO 2025
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Trump ante Putin, como una moneda al aire

Es difícil calibrar si el anuncio de que EE UU volverá a vender armas a Ucrania es un giro efectivo o un mero cambio de tono






De Donald Trump se puede esperar cualquier cosa y la contraria. Que abandone a Ucrania y a Europa a su suerte, por ejemplo, tal como presagiaba su primera presidencia y señalaban los primeros compases de la segunda. No sucederá en un futuro próximo gracias a Vladímir Putin, que ha colmado la paciencia de Trump con sus dilaciones y engaños ante el alto el fuego incondicional que se le exigía, mientras ha ido intensificando los ataques aéreos sobre las ciudades ucranias. Así es como se han agriado las relaciones hasta ahora excelentes entre ambos presidentes y la Casa Blanca ha modificado su actitud ante Ucrania.

Es difícil calibrar si es un giro efectivo en la política trumpista o un mero cambio de tono. El único hecho sustancial, escenificado en el plató del Despacho Oval, donde actúa el único protagonista de la disruptiva política estadounidense, ha sido el anuncio solemne de una partida de ayuda militar para Ucrania. Esta pasada semana, Trump ha explicado que su país venderá munición, misiles y sistemas antiaéreos Patriot a ocho socios de la OTAN para que estos los suministren a su vez a Kiev. También ha exigido a Putin que cierre un acuerdo de paz con Volodímir Zelenski en el plazo de 50 días, bajo amenaza de imponer aranceles de castigo del 100% a los países terceros que comercian con Rusia.

La noticia ha sido acogida con alivio por Ucrania y por sus aliados. Será la primera contribución con material militar de fabricación estadounidense aprobada en la segunda presidencia de Trump, aunque no a título de donación (como las copiosas entregas efectuadas durante la presidencia de Joe Biden) sino a cargo del bolsillo de los socios atlánticos. Solo anunciar la operación, Trump quiso subrayar que seguía sin tomar partido en el contencioso bélico entre Kiev y Moscú. Cuando un periodista de la BBC le preguntó si ya no confía en Putin, contestó desdeñosamente que nunca ha confiado en nadie. Lógico en quien no admite errores ni rectificaciones, ni siquiera cuando es evidente el volantazo ante las humillaciones y engaños sufridos en manos del presidente ruso.

Trump no regresa exactamente a la política de su antecesor demócrata, que apostó por evitar la derrota de Ucrania sin aspirar a su victoria, sino que se instala en una cínica equidistancia que busca el provecho económico —en la venta de armas, la explotación de minerales ucranios y la disminución de su participación en el gasto de la OTAN— y traslada la responsabilidad entera a los europeos. Convencido de que podía imponer un alto el fuego hasta erigirse en el presidente pacificador merecedor del Nobel, no pudo resistirse a la tentación de utilizar la ayuda militar aprobada por la anterior administración demócrata para seguir presionando a Zelenski.

El brusco corte de los suministros, tras la encerrona en el Despacho Oval, afectó a la inteligencia militar y tuvo efectos desastrosos para Ucrania en el frente, de forma que el presidente ucranio no tuvo más remedio que aceptar el contrato leonino sobre las tierras raras ucranias que se le exigía como prenda de la paz, y luego el alto el fuego incondicional, sin concesiones ni garantías de seguridad ante una presumible vulneración rusa. Recientemente, el Pentágono cerró otra vez el grifo de las armas a Ucrania durante algunos días, esta vez con la preocupante explicación de que la seguridad en Asia-Pacífico y Oriente Próximo es prioritaria.

Ucrania recibirá los Patriot, pero todavía no se sabe en qué cantidad y plazos, ni si serán suficientes. Tampoco se sabe si la partida incluirá misiles de largo alcance, ni si Kiev contará con permiso para atacar las ciudades rusas, como inicialmente se dejó entender en la Casa Blanca, aunque luego fue objeto de una confusa rectificación. Más insustancial todavía es el ultimátum para que Putin negocie un acuerdo de paz. El largo plazo de 50 días es incluso una incitación y un permiso para que sigan y se intensifiquen los bombardeos. También suenan a bravata los aranceles secundarios a los países que comercian con Rusia, puesto que pueden incrementar los precios del petróleo, en perjuicio de la economía estadounidense, y así se lo ha tomado el Kremlin, que los ha calificado de amenazas teatrales.

Trump ante Putin es como una moneda en el aire. Satisfecho con la OTAN tras la cumbre de La Haya, ha descartado una súbita ruptura con sus compromisos europeos y optado por facilitar el traspaso de las responsabilidades militares respecto a Ucrania sin comprometer más gasto e incrementando, en cambio, las exportaciones. La pelota está ahora en el tejado europeo, especialmente de los tres grandes, Alemania, Francia y Reino Unido, que no debieran permitir la derrota de Ucrania ni dejar margen a Trump para un nuevo y peligroso intento de paz bilateral con Putin a espaldas de todos, especialmente de los ucranios.


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