Duele el odio

El foco no debería ponerse en las víctimas del racismo sino en los verdugos. ¿Quién los ha convertido en antisistema? ¿Por qué no están integrados?
Quiero indignación y rabia, aullar contra los que vienen a linchar a mis hijos; pero, en vez de eso, me embarga un profundo dolor, una tristeza que viene de lejos y que intento apartar de mi memoria y mi conciencia. Es la tristeza de ser rechazados no por lo que hacemos sino por lo que somos, por nuestra piel, nuestras facciones, por haber nacido de nuestros padres. Uno puede ser juzgado por un delito y cumplir la sentencia correspondiente, pero ¿cómo se paga el delito de “ser”, de tener unos genes equivocados? Los inmigrantes y sus descendientes somos los nuevos bastardos por impuros e ilícitos, aunque nos sintamos ciudadanos españoles y no tengamos ningún lugar al que volver. Nuestros hijos son “de aquí de toda la vida”, no han vivido ni quieren vivir en ningún otro sitio, pero eso no les ahorra ni los insultos racistas ni la discriminación en sus muy diversas formas. Cualquiera que se ponga en la piel de un joven “moro” y lo acompañe en su transitar diario por la vida se dará cuenta de que España no solo no es una excepción, sino que tiene una especial inquina hacia ese “otro” tan bien articulado en el imaginario colectivo que es “el moro”. No es simple xenofobia ni rechazo al ilegal; es morofobia pura y dura.
Para ese odio visceral y primitivo no hay argumento racional que sirva. Dejen de decir que la inmigración es necesaria o que nosotros nos vamos a ocupar de los trabajos que los españoles no quieren hacer; dejen de humillarnos de ese modo o de poner de manifiesto que esos chavales a los que los ultras quieren linchar son de segunda o de tropecientosmil generación. El foco no debería ponerse en las víctimas sino en los verdugos, cobardes que en manada se abalanzan sobre chicos a los que doblan en tamaño y edad. ¿Quiénes son esos y de dónde salen? ¿Quién les ha educado para que desprecien el Estado de derecho y las leyes de su propio país? ¿Quién les ha convertido en antisistema sin el más mínimo respeto por la labor de la justicia o los cuerpos de seguridad del Estado? ¿Por qué no están integrados? Es la ultraderecha, claro está, la que organiza ese odio y lo inocula entre vecinos que deberán seguir conviviendo cuando los encapuchados se hayan ido de Torre Pacheco. A los de Abascal no les puedo pedir nada porque no son demócratas, pero sí quiero interpelar a esa derecha que se alía con Vox. ¿De verdad esto es lo que quieren para España? ¿Que se anime a nuestros hijos a matarse entre ellos? ¿Le vale la pena al PP sacrificarnos, sacrificar a mis hijos, por disputarle un puñado de votos a esos fascistas?