Columnas - Virgilio Rincón

Dos verdades, un solo principio

  • Por: VIRGILIO RINCÓN
  • 18 SEPTIEMBRE 2025
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Dos verdades, un solo principio

García Luna es un bandido que paradójicamente tuvo en sus manos el combate a la delincuencia. Su jefe inmediato era Calderón Hinojosa, sostienen los morenistas que, por ese hecho, nada menor pues el presidente es el más informado del país, estaba avisado de las movidas de su subalterno, afirman, hizo mutis o lo peor, lo encubrió.

En la misma línea, Ojeda Duran designado como Secretario de Marina por López Obrador, es tío de los Farías Laguna, ambos mandos en su dependencia, confabulados por años en el ‘huachicol fiscal’. 

Al margen de la relación familiar que resulta una mera anécdota, el destape de la red que implica a los navales obliga al régimen a adoptar su propia tesis colocándolos en un callejón sin salida: Andrés Manuel supo de las felonías de sus empleados y con su inacción los solapó.

Es innegable, la corrupción está desbordada, es mentira que AMLO la haya eliminado, emerge por donde quiera, es escandaloso.

Mas allá de los dimes y diretes que vendrán, lo lamentable es la revelación de la profunda descomposición de los cuerpos de defensa que hoy alcanza a los que se presumían intocables, los que teóricamente no se prestaban a triquiñuelas y ‘aguataban’ los ‘cañonazos’ de dinero. Fue una farsa, un perverso montaje que terminó en una tragicomedia, un par de Vicealmirantes y varios oficiales, metidos hasta el cuello, viles secuaces, se torcieron abusando de su condición de privilegio ¿esto es noble? No, es vulgar traición.

Queda demostrado hasta el cansancio, que haberlos involucrado en la lucha contra el crimen ha sido una de las grandes pifias de la historia, absurda decisión. Los pusieron en el tentadero e hicieron que, no pocos, sucumbieran ante la seducción de los negocios del hampa. Lastimosamente atestiguamos la decadencia de instituciones que enaltecían a los mexicanos y que ahora sufren del desprestigio por culpa de quienes han capitulado en la búsqueda de riqueza y del poder pasajero apartándose de la gloría que da portar las armas nacionales.

Desde la trinchera del pensamiento libre es legítimo cuestionar: ¿realmente son necesarios? ¿son baluartes de la soberanía? ¿vigilan los mares, el espacio y las fronteras? ¿nos sentimos orgullosos de estas unidades? ¿están capacitados para repeler al extraño enemigo?

Lo cierto es que funcionan como policías, sujetos al vaivén de los intereses del bajo mundo. Sin duda hay gallardas mujeres y hombres que ofrendan sus vidas, pero cuando nos enteramos de las infamias, se pone en tela de juicio a toda la estructura a la que penosamente no se le respeta, se le teme. Amargamente, aun ostentan en sus atuendos de batalla la mancha indeleble del 2 de octubre.

El paradigma es claro, o se regresan a sus cuarteles y se les entrena para proteger nuestras libertades o de plano se les asigna las tareas de gendarmería dentro de los parámetros de civilidad que esto conlleva. 

Seamos sensatos, lo que actualmente tenemos es una fuerza aérea con limitados aviones, una marina con escasos barcos y el ejército con pertrechos del siglo pasado y todos correteando a malandrines, eso sí, administrando aeropuertos, trenes, aerolíneas y aduanas. Acabemos con esta locura.

El reacomodo es la ruta. Los sucesos, aunque dolorosos, dan luz de la intención de alinearse con el camino del orden, de otra manera serían inexplicables las detenciones sin autorización de la Comandante Sheinbaum. Ser militar es un alto honor que en su extremo significa sacrificio por la patria, valor supremo que nos une. La población exige héroes, no malhechores que ensucien el uniforme.

Mientras tanto, jóvenes cadetes, bien plantados, desfilaron con rostros llenos de ilusión, sin saber lo que les espera.

@VRinconSalas


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